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El juego entre la Junta y Rosselló


EL NUEVO DÍA-

Mientras Puerto Rico se ve en un abismo que genera ansiedades por algo nunca antes nunca vivido, la Junta de Supervisión Fiscal y el gobernador Ricardo Rosselló evalúan cuál juega mejor el papel de la percepción política para lograr que se diga que uno u otro tienen la responsabilidad de las medidas fiscales planteadas.

Al final del camino, la Junta y el gobernador Rosselló, son lo mismo, es un coro muy mal orquestado. Ponerse de acuerdo es fácil si hubiera transparencia en cuanto a los números y las fórmulas para llegar a estos.

Si quisieran ser transparentes ya ambos los hubieran dado a conocer, pero no ha sido así. ¿Alguien sabe cómo llegaron a recomendar un recorte de $450 millones en la Universidad de Puerto Rico y el impacto socio-económico de esto? ¿Sabemos cuál estudio sugiere el corte de $100 millones en el sistema de pensiones y sus consecuencias? ¿Y quién dice algo sobre el sistema de salud en el que 800 mil personas pudieran quedarse sin cubierta médica?

El pueblo de Puerto Rico está inmerso en un juego de percepciones entre el gobernador y la Junta para ver cuál de los dos sale menos mal parado de los atropellos a los que lo tienen sometido. Es irresponsable convertir todo esto en matemática pura y no evaluar las consecuencias, tanto socio-demográficas como económicas.

Si la respuesta es mantener contratos, incluso a personas que le fallaron al país, no podemos aceptar que su intención es real y sensible. No podemos repetir como un mantra, “defenderemos a los más vulnerables”, como lo ha hecho el gobernador, cuando no existen números, y no se evalúan las consecuencias socio-económicas de aumentar el estrés económico de los pensionados, los pobres, las mujeres y los pequeños comerciantes.

Encima de eso, trabajan con los directivos de una Junta que tienen bonos individuales e incluso llevaron a cabo transacciones para que se le prestara dinero a Puerto Rico cuando los documentos actuariales, por ejemplo, de los sistemas de pensiones indicaban que no se le podría pagar luego. Hoy entonces, esos mismos son los que nos piden que les paguemos.

Esto no es un juego de tenis donde tú te sientas a ver pasar la bola de una cancha a otra. Esto se trata de los pensionados que viven con lo mínimo. Se trata de las 800,000 personas que sin un seguro de salud, abarrotarán las salas de emergencia, son los 27,000 estudiantes universitarios que dependen de la beca para incluso comer, son las más de 312,000 personas de edad avanzada bajo niveles de pobreza, a las jefas de familia y a los niños pobres.

No se puede jugar con la salud mental de todos en Puerto Rico. Las consecuencias irán más allá de los números y al final de cuentas terminarán pagando a los bonistas, pero con un país quebrantado al que pedirán un voto por la estadidad.

Recuerdo cuando mirábamos con esperanza aquel comité del Congreso de los Estados Unidos para el desarrollo económico de Puerto Rico. Lamentablemente, salió, lento y perezoso, en medio de una crisis fiscal y cambios en la economía global que son ágiles, rápidos y de avanzada, y se esfumó.

Mientras tanto, el Congreso y el Tesoro de los Estados Unidos se salieron de las conversaciones al llegar la Junta. Ya no está dispuesto a trabajar salvo cuando quiere defender a un grupo de bonistas específico, como va a ocurrir esta semana con la vista que citaron o para alimentar el fuego de la batalla entre la Junta y el gobernador.

Los Estados Unidos son tan responsables de esta crisis fiscal como lo son los gobiernos anteriores y su presencia es requerida. Estos rescataron bancos privados en quiebra, parte de la industria automotriz y proveyeron préstamos a países extranjeros que nada han aportado a su economía.

A Puerto Rico lo llevan en la dirección incorrecta. Los poderes y los abusos de un Partido Nuevo Progresista embriagado de placeres y lujosos contratos, sumado a una Junta empleada para el beneficio de los bonistas y los recaudos político-económicos de algunos congresistas, ya anunciaron que traerán tiempos más difíciles. Solo nos queda mantenernos vigilantes y vocales, para no caer en un simple juego de percepción ante una opinión pública corta de memoria.

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